Jun 22, 2011 Felix Tapia Los investigadores Opinan 0
Felix J. Tapia, CDCH UCV
El presente artículo fue una Editorial de Piel Latinoamericana Edición 275, publicada el 9 de agosto de 2010.
La activista india Vandana Shiva en su libro de 1997 “Biopiratería. El saqueo de la naturaleza y el conocimiento” (Biopiracy: the plunder of nature and knowledge”) dice “que el modelo reduccionista de la biología contemporánea, con énfasis hacia la biología molecular, no fue producto de un accidente sino un paradigma planificado cuidadosamente con fines comerciales”. Según ella el promotor de todo esto, entre los años 30s y 50s del siglo pasado, fue la Fundación Rockefeller. El término de “biología molecular” fue acuñado por Warren Weaver en 1938 cuando era Director de la División de Ciencias Naturales de la Fundación.
La Fundación Rockefeller invirtió 25 millones de dólares entre 1932-1959 en programas de biología molecular de los EEUU, lo cual era mas del 25% de su inversión en ciencias biológicas. Además, por 12 años consecutivos al Premio Nobel de Watson y Crick en 1953, los premios fueron otorgados a investigadores en parte o completamente financiados por la Fundación Rockefeller. En su libro Shiva dice “que la idea detrás de la inversión gigantesca era desarrollar las ciencias humanas como una plataforma para el control social a través de ciencias naturales, médicas y sociales. La palabra clave era ‘herencia’, dándole un carácter ‘natural’ a la jerarquía y la iniquidad, características del capitalismo”.
Si la biología molecular fue impulsada con fines comerciales e ideológicos es algo que muchos argumentarían, sin embargo la aparición en los 90s de un personaje digno de esa escuela propuesta por Shiva, nos obliga a reflexionar. El controversial personaje es Craig Venter, un individuo egocéntrico y sensacionalista que la prensa le ha dado por llamar “El Padre del Proyecto Genoma”. Venter es admirado por muchos y odiado por otros tantos. El representa, a pesar de sus méritos científicos, el concepto de la ciencia y la tecnología como un teatro y un negocio.
Desde sus inicios en los 80s cuando trabajaba en el NIH, Venter intentó patentar una técnica con la cual había trabajado, denominada marcador de secuencia expresada o EST (expressed sequence tag) y entró en litigio con el propio NIH. La EST es una pequeña parte de una secuencia de nucleótidos transcrita muy útil para identificar genes que se transcriben y en el descubrimiento de genes, y para determinación de sus secuencias.
Venter se hizo famoso al arrancar su propio Proyecto Genoma Humano en 1999, fuera del estamento público, con propósitos comerciales y utilizando una técnica denominada “shotgun sequencing”. Actualmente es el presidente del J. Craig Venter Institute. En 2005, cofundó Synthetic Genomics, una compañía dedicada al uso de microorganismos modificados genéticamente para la producción de etanol e hidrógeno como combustibles alternativos. Este año, igual como hizo en 2005, Venter anuncia haber creado vida artificial al insertar un genoma sintetizado en el laboratorio en el caparazón de una célula bacteriana y mantenerla viva.
Para conocer un poco como funciona Venter, en el 2004 obtuvo fondos públicos por 12 millones de dólares del Departamento de Energía estadounidense. Con ellos recorrió en su barco Sorcerer II (El Hechicero II), mares ricos en biodiversidad, recolectando microorganismos que pudiesen ser utilizados en sus experimentos para construir formas de vida artificial. En varios de los países que visitó obvió los permisos reglamentarios y en otros utilizó investigadores locales de mampara.
El fondo del frasco, de tecnologías buenas mal utilizadas, es Monsanto, la empresa multinacional que vende productos para la agricultura, principalmente herbicidas y semillas genéticamente modificadas. Monsanto ha sido muy criticada en los últimos 20 años, por crear semillas genéticamente modificadas resistentes a herbicidas de la competencia y semillas que solo crecen con fertilizantes elaborados por ellos. Semillas de algodón, soya y arroz son algunas de las que han generado mayor controversia. Este tipo de abuso ha generado una mala propaganda para lo organismos geneticamente modificados, los cuales según algunos científicos pueden ser la solución para para mitigar el hambre en el mundo y reducir enfermedades en plantas y animales.
La conclusión, a manera de reflexión, es que si hay que buscar un culpable de los estragos causados por la ciencia y la tecnología, la culpa no es de la herramienta sino de los humanos que la utilizan. Como docentes los profesionales de salud debemos ejercer y fomentar las buenas prácticas profesionales.
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