Abr 05, 2014 Felix Tapia Los investigadores Opinan 0
Código Venezuela
12/3/2014
Alicia Ponte-Sucre
Según las definiciones más coloquiales la sindéresis, del griego syndéresis, se refiere a la capacidad para distinguir el bien del mal, la capacidad de captar y reconocer los principios morales.
El término fue utilizado por los filósofos para defender la tesis de que el ser humano está capacitado para reconocer el bien y distinguirlo del mal de un modo intuitivo y natural, así como para reconocer los principios del razonamiento. Es decir, la intuición original de la norma moral.
Santo Tomás la consideraba como un hábito, como una inclinación o disposición a reconocer en uno mismo principios de orden moral, adquiridos sin procesos cognoscitivos, sino naturalmente, como el principio innato de la identidad. No es necesario que alguien te lo enseñe, que alguien te convenza, tu identidad es la tuya, es un principio en sí mismo.
La sindéresis tiene que ver con la actuación en base a valores; sin embargo, no comprende normativas particulares y determinadas fruto de la ética, sino se fundamenta en principios axiológicos universales de la moral, evidentes por sí mismos y no sujetos a su ignorancia.
Es decir, que nadie puede sustraerse a la sindéresis. La conciencia colectiva de todo ser humano se guía por este principio y debido a ello no cabe como excusa la ignorancia del concepto de bien o mal. Es decir, que este principio es infalible dentro de los axiomas filosóficos de los principios morales en relación a la conciencia del bien por hacer y el mal por evitar.
Cuando miro a mí alrededor y veo, escucho, huelo y siento en mi piel y en el amargor de mi boca lo que ocurre en nuestro país, presiento que hemos perdido esa capacidad innata de detectar el bien y el mal, hemos perdido la sindéresis.
¿Cómo hemos llegado a este punto, donde cualquier causa es una sin causa?
Y nadie puede responder, nadie….
Salvo ese niño que llevamos dentro y que muy tenuemente llora desconsolado, estrujando su corazón descosido, sin comprender cada insulto de lado y lado, cada muerto de lado y lado, cada acto de violencia de lado y lado. Siente miedo, siente frialdad; los sentimientos que intuye son dislocados; ve su futuro escaparse sin rumbo detrás de un ideal que cada vez se vislumbra menos en el horizonte.
Los suspiros lo asfixian, sólo escucha la lluvia que lo rodea desfalleciente y tremebunda. Se siente perdido, encadenado, oprimido. Pero los acontecimientos se suceden impasibles frente a sus lágrimas y se encuentra con la muerte entre sus manos que le pregunta, ¿Qué vas a hacer?
Traicionados sus sueños, robadas sus esperanzas, con un hálito frío en su aliento y la mirada perdida; buscando su vida soñada, su futuro.
Siente miedo, el silencio lo rodea; sin embargo toma su decisión, ahuyenta su dolor, no cae en la trampa, aparece la esperanza en ese silencio atronador, y se dice a si mismo…
Dame la mano, vuelve, no caigas al abismo.
Y él me rescata. El estudiante que cada uno de nosotros lleva dentro me dice:
No contrarrestes violencia con violencia, no desates esa espiral incontrolable. Nuestra labor es convencer con ejemplo y con ideas, plurales, diversas, multicolor.
Ese ser todo ideales positivos y ambiciosos, camina por senderos insondables; con ímpetu, dedicación y perseverancia, adjetivos contagiosos. Lleno del fulgor de la juventud nos entrega su mejor herencia. Representa la avanzada de una sociedad agotada.
Cuando todos duermen, permanece insomne tejiendo sus sueños, alimentando su esperanza, trazando su futuro, forjando su temple y llenando su mirada de experiencias.
Hijo de la vida. Ella nos lo presta a nosotros, sus docentes, para bruñirlo y tallarlo, año tras año, algunos con ciclos cortos otros con ciclos largos. Cuando se nos escapa lo hace como en una bandada de aves, que liberadas al viento trazan horizontes y siguen su propio destino.
Como profesores comprender este hecho nos libera. Los seguimos amando aunque no estén y sin embargo, siempre están con nosotros. El recuerdo es la mayor herencia que nos dejan y la convicción de que fueron tallados con amor.
Compartimos con sus madres sus presencias y sus ausencias; como una huella dulce y silenciosa que no se ve pero que se intuye, que se extraña y que se teje en nuestro corazón, para el olvido que seremos el mismo momento que decidan encontrarse con su futuro.
Esos estudiantes hoy nos dan una lección, con coraje nos enseñan qué debemos hacer y cómo, con compromiso, entereza y sencillez. Su capacidad de captar y reconocer los principios morales de convivencia, de sindéresis, asombra y conmueve, y nos llena de orgullo. No existe el tú o el yo, para ellos existe el nosotros, Venezuela, un país multicolor, sin rencores y resentimientos. Esa enseñanza de hoy quedará tatuada en nuestras vidas para siempre.
@sophiaminerva| @CodigoVenezuela
Publicado: 12:09 PM, 12 de Marzo 2014
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