Jun 12, 2014 Felix Tapia Los investigadores Opinan 0
TalCual
Al compás de la ciencia
12/6/2014
Gioconda San Blas
Fuleco, mascota de la copa mundial de fútbol que hoy se inicia, representa al tatú bola (nombre científico Tolypeutes tricinctus), un cachicamo de tres bandas en peligro de extinción, que habita el noreste de Brasil, y cuya capacidad para enrollarse hasta formar una pelota lo convierte en símbolo idóneo de asociación entre este popular certamen y las campañas ecológicas en pro del ambiente.
No es éste el único punto en que la ciencia toca al torneo. Este año, la colorida Brazuca es un balón inteligente, capaz de precisar en jugadas dudosas si éste cruzó o no la línea de gol; seis secciones aerodinámicas de poliuretano le dan mayor velocidad de vuelo.
Los estadios están dotados con paneles solares fotovoltaicos de energía limpia. El saque inicial lo dará un parapléjico gracias a “BRA-Santos Dumont”, un exo-esqueleto controlado por su cerebro, creado por un equipo de 156 científicos de todo el mundo, dirigido por el brasileño Miguel Nicolelis.
De manera que Neymar, Messi, Iniesta y el resto jugarán bajo el patronato de la ciencia. Una ciencia que en Brasil anota goles con el impulso gubernamental de un modesto 1,2% del PIB, para ubicarse en el puesto 13 entre los 39 países que monopolizan el 98% de la producción científica mundial, con 26 publicaciones por cien mil habitantes.
Mientras tanto Venezuela, con una población 7 veces menor, apenas alcanza 0,07% de producción científica mundial, cayendo en 2013 a 4 publicaciones por cien mil habitantes. ¿Cómo no decaer si de 800 profesores investigadores en la USB han renunciado 278 en 3 años, de 90 en la Escuela de Química UCV sobreviven 33 y de los postgrados en Medicina, 40% están inactivos? ¡Puros autogoles!
Aun así, desde el ministerio del ramo nos quieren hacer creer, sin resultados, que el aporte estatal a la ciencia suma 2,6% del PIB, la bicoca de Bs. 44 millardos, a nivel de países de gran empuje científico.
Messi y sus colegas jugarán bajo normas universales del fútbol, asumidas con disciplina y tenacidad en años de formación. Nada de fútbol endógeno o caimaneras dirigidas por el matón de barrio. Tampoco una ciencia endógena, como lo vocea el régimen, tendrá valor internacional por mucho dinero que derroche. Porque la ciencia universal, con color local, sólo es posible con investigadores sólidamente preparados bajo el rigor de la disciplina. Fuera de eso, sólo queda engañar en su buena fe a ingenuos “cultores de la ciencia”.
Con reglas universales del quehacer científico, Brasil juega su competitividad de manera ascendente. El régimen local, en cambio, proclive a las caimaneras, decide que las normas universales no son para nosotros. Y establece que el paradigma científico e industrial debe responder “a la patria socialista, para la consagración del Poder Popular y la búsqueda de la suprema felicidad”.
Con autogoles como estos, así nos va en el concierto mundial.
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