Sep 26, 2016 Prensa Los investigadores Opinan 0
Un físico de renombre internacional se marchó a Tailandia: se cansó de la ausencia de oportunidades en Venezuela. Una bióloga formada entre universidades venezolanas y estadounidenses, consiguió un puesto temporal en Alemania. El Departamento de Física de la Universidad Simón Bolívar (USB) se convierte cada vez más en un cuarto más vacío. Ni hablar de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela. La decisión de buscar un mejor horizonte es tal, que incluso filósofos venezolanos se han marchado al exterior.
Científicas y científicos venezolanos comenzaron un viaje –posiblemente sin retorno- que a Félix Tapia, coordinador del Centro de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV, no le extraña. “Hay un éxodo de científicos en Venezuela”, subraya Tapia, en entrevista con Contrapunto. Unos retornarán, otros no. El investigador comenta que el grupo de petroleros que salieron de la industria luego del paro del año 2002 y que ahora trabajan en otros países “no volverán nunca”.
Entre los años 2000 y 2015 se han marchado unos 1.700 científicos: Eso no se ha detenido en 2016. Ha aumentado en forma preocupante en los últimos dos años”. Tapia cita el programa Prometeo de Ecuador, que se ha llevado a varios científicos venezolanos: se calcula que hay unos 100 instalados en territorio ecuatoriano, con buenos salarios en dólares y todas las facilidades para trabajar.
-¿Qué los ha llevado a irse?
-Creo que un poco de desorden, y también malas políticas. Hay un desorden en lo que se quiere como país. Naciones que entraron en esto, como Brasil y Ecuador, con políticas similares a las venezolanas, tienen un mejor producto. Incluso, Cuba tiene mejor desempeño. Yo digo que el socialismo no es muy bueno para la ciencia.
La ciencia impertinente
Pero no todo ha sido pésimo para la ciencia en estos 17 años. Félix Tapia considera que la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, aprobada en el año 2005, fue una de las mejores iniciativas de todos los tiempos. Durante tres años la norma “dio unos frutos sumamente interesantes”, con disponibilidad de recursos para la investigación; pero luego fue cambiada -debido a que algunas empresas supuestamente no manejaron bien el programa- mas sin una medición clara del impacto que tendría, acota el director del CDCH.
Una idea convertida en política es ampliamente cuestionada por el investigador: la “ciencia endógena, la ciencia pertinente”, conceptos “que no llevan a nada si no tienen objetivos concretos”.
-¿Por qué?
-Porque la ciencia es universal. Primero, “la ciencia pertinente” parte de que hay una diferencia entre las aplicaciones de la ciencia y la ciencia, y a partir de allí estamos mal, porque no puedes hacer buenas aplicaciones si no tienes buena ciencia básica. Si perjudicas la ciencia básica, tarde o temprano lo terminas pagando. Ahora lo estamos pagando.
-¿Es lo que está pasando?
-Se descuidó la ciencia básica, se castigó la ciencia básica. Hay evidencias: hay una cadena famosa de Hugo Chávez en la que se habla de Ciro peraloca y del IVIC y de locos estudiando moléculas de agua. La experiencia nos dice que en la ciencia no se puede predecir la aplicabilidad, y cosas que parecían inútiles se transformaron en importantes con el tiempo. En ese sentido hubo un poco de desorden. Había dos movimientos dentro del chavismo, con posiciones distintas, y eso nunca generó algo positivo. Eso se aplica, incluso, en las becas que se le dieron al mundo académico.
-¿Qué pasó?
-Después del control de cambio por un tiempo la providencia permitía que las universidades mandaran a sus grupos más importantes; luego se cambió a que son los particulares y eso complicó las cosas, junto con unas áreas prioritarias que nunca se cumplieron y que castigaban las áreas sociales y las humanidades. Por otro lado, mandaban profesores dentro de esas áreas prioritarias, y si venían de una universidad autónoma, eso no se respetaba. En algunos momentos hubo sesgo político. No se ayudó a investigadores por su posición política.
Tapia refiere que al Programa de Promoción del Investigador (PPI) se le hicieron modificaciones buenas, pero “fue una pequeña piedra en el zapato”, porque lo veían como “un hall de la fama; y hay algo de verdad en eso. La ciencia es elitesca, queramos o no queramos: aquí, en Rusia, en Cuba, en cualquier lugar en que nos encontramos”.
En lugar del PPI se instauró el Programa de Estímulo a la Investigación (PEI), con más investigadoras e investigadores; esta decisión es cuestionada por Tapia. Con esa ampliación, caracteriza, “me estoy acercando a lo que la Unesco me pide, pero estoy engordando el sistema y sin investigación de calidad”. De hecho, recalca el científico, Venezuela bajó al puesto 6 de la región “en cuanto a productividad científica”.
Baja productividad
-¿Nuestra productividad es baja?
-Es baja.
-¿Qué implica?
-Implica menos visibilidad, menos publicaciones, menos becarios.
Y también menos herramientas para salir del campo minado y dejar atrás las dificultades. “Los Tigres Asiáticos” han superado la pobreza gracias a la ciencia y a la tecnología. Es lo que indica la experiencia, reporta Tapia.
-¿Estamos como estamos también por eso?
-Seguro. Los productores de medicinas, por ejemplo, son extremadamente dependientes de productos de afuera. Creamos maquilas, no creamos verdaderas empresas que pudieran ser sustentables. La Unesco es una de las cosas que utiliza en las última década: insiste en que se tiene que buscar la sustentabilidad en los desarrollos científicos.
A su juicio, en el presente está sufriendo “toda la ciencia por igual”, porque incluso las instituciones del Estado “están peor” que otras. Con base en lo que ha visto y en su día a día, afirma que hay institutos de investigación que nunca estuvieron tan mal como ahora.
-¿Es un problema de dinero, de políticas?
-Se necesitan otras políticas. El dinero es importante, pero no es lo único. Tienes que hacer alianzas estratégicas con otras instituciones. Nunca hemos hecho cosas con universidades como Arabia Saudita o Colombia, que tienen sucursales de las universidades de Harvard o de Tulane.
Sin relevo
Félix Tapia comenta que no se ha cuantificado cuánto pierde el país con cada científico que se marcha, pero sabe que son años de preparación que se van a servir a otras naciones. La edad de mayor productividad de un investigador es entre 30 y 50 años de edad: es justo la de quienes ahora quieren marcharse. Si se observa el sector bajo un microscopio se verá que las y los jóvenes no tienen ánimo para continuar en el país; incluso, se van a otros destinos aunque no sea en las mejores condiciones.
¿No hay relevo? Los que han decidido quedarse “estamos envejeciendo”, alerta Tapia, y no hay quién los reemplace. “Creo que las facultades de ciencia están formando estudiantes, pero no hemos podido retenerlos” para que se dediquen a investigar.
-¿El país tiene cómo recuperarse de esa pérdida?
-Sí. Puedes implementar un programa de retorno que no implique que tienen que regresar. Se pueden poner en práctica programas que permitan mantener el enlace. Que puedan venir con alguna figura, montar cursos, recibir a estudiantes en el exterior.
Inversión privada y esfuerzo público
Tampoco es que el país está en pañales: la agropecuaria y la química fueron áreas fuertes en el país, y deberían volver a serlo con un enérgico programa de promoción de científicos, propone Tapia. Igualmente, el turismo, que puede ser una fuente importante de ingresos para Venezuela. El director del CDCH no rechaza que el Estado incentive algunas áreas de desarrollo con mejores sueldos o más recursos, pero insiste en que las investigadoras y los investigadores deben tener libertad para decidir qué desean hacer.
Tema tabú, para algunos, es el del patrocinio de particulares. “Se necesita inversión privada”, no solo del Estado, recalca. “El mundo se ha preparado para eso. La Fundación Bill y Melinda Gates da más dinero para la investigación en salud que la Organización Mundial de la Salud”, contrasta Tapia. La creación de un ministerio de ciencia –ahora subsumido en el de educación universitaria- no ha significado, necesariamente, una mejoría. “Pareciera que la experiencia no ha sido muy buena. Hemos generado mucha burocracia que no se ha visto” en el terreno, observa.
Como la infraestructura no se salva de la crisis y ya “le pegan los años”, debería retomarse -plantea Tapia- la posibilidad de presentar proyectos de financiamiento en el ámbito internacional. Pero todo ello requiere una visión amplia, un replanteamiento del tablero nacional, la disposición de no reiterar los errores y, sobre todo, de escuchar. Y actuar para contener la “fuga de cerebros” que, como una hemorragia, amenaza con desangrar las posibilidades de dar el salto hacia un futuro mejor.
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